Una larga semana sin ti.
Volví y te noté fría, distante. No hubo palabras. Dejé mis cosas, y te tomé en mis brazos. Te miré unos instantes y te acaricié. En efecto, estabas fría. Mis manos también. Entumecidas quizá por el clima y habiendo olvidado cómo era el tocarte. Al principio torpes, luego correctas, te recorrieron de arriba a abajo.
Te agarré primero con rudeza, luego con más tacto. Finalmente me aventuré y te arranqué una nota. Sonó tal y como la última vez. Después la siguiente. Y después no paré. Ya no pude parar hasta que acabamos la canción.
Acabó sutil, correcta, esperanzadora.
Volvería a recordar. Y seguiremos aprendiendo ¿verdad? Hay veces que es bueno tomarse un respiro. Todo se asienta. Toma la forma definitiva cuando se enfría. Y eso ya es un nuevo punto de partida.