domingo, 13 de octubre de 2013

Trastorno obsesivo-compulsivo: mi caso particular. Psicólogos atentos.

Y es que cada vez voy a peor y me preocupa (mentira cochina).

Desde hace muchos años siempre he tendido a mecanizar algunos comportamientos. Pero quizás el primero que recuerde fue cuando contaba con unos ocho o nueve años.

¿Que por qué cuento esto esta semana? ¡Y yo qué sé! Creo que se me ocurrió mientras pasaba algo de eso... Bueno, hoy la cosa va de chifladuras así que no os asustéis.


Primeros pasos de la turbulencia 


Contaba con ocho o nueve años y fue al poco de comenzar a dormir solito en mi habitación. Había un extraño tarro, muy pequeño, quizá del diámetro de una moneda grandota. Creo que dicho botecito, que en cuyo interior guardaba una especie de esponja impregnada de un líquido denso, era una clase de ambientador. 

Comencé una rutina: fue la de justo antes de ir a dormir, oler de dicho tarro. Su olor era fuerte, intenso y refrescante por otro lado. 

Al poco esa rutina quiso una hermanita así que ya antes de dormir no podía dejar de comprobar que mi silla estuviese perfectamente centrada en su hueco del escritorio. Tenía que haber exactamente la misma distancia entre los lados de la silla y el borde del hueco. Incluso si ya tenía la luz apagada y recordaba que no había centrado mi silla, no dudaba en encender la luz y comprobar (y actuar, si era necesario).

No contento con ello, al poco decidí que, de la misma forma, no podía dormir si mi puerta no estaba tan abierta como pudiera. Así pues adquirí el protocolo de ajustarla lo máximo al típico tope de plástico que se pone para que el pomo no deteriore la pared.



Los años tempranos

Cómo no, esta etapa pasó rápido pero recuerdo haber seguido con estas costumbres durante meses (quizás años). Ya algo mayor, haciendo tiempo para ir al instituto, desarrollé cosillas nuevas:
  • Para empezar, era incapaz de salir de casa si los interruptores dispuestos a ambos extremos del recibidor, que funcionaban como conmutadores, no estaban perfectamente alineados. Había dos en cada lado controlando dos pares de luces así que mi afición antes de llegar la hora de salir era encender y apagar hasta que en los dos grupos (de dos interruptores cada uno, repito) quedaban o los dos (interruptores del grupo) arriba o los dos abajo.
  • Cómo no, siempre tenía que salir a una hora muy concreta: las 08:12, marcada por mi reloj digital. Justo cuando el reloj marcaba ese minuto y 00 segundos, cerraba la puerta tras de mi. 
  • Años después un amigo pasaba por mi hogar para recogerme y así caminar juntos al instituto los dos. Ni que decir tiene que lo de la falta de puntualidad comenzó a sacarme de mis casillas y pienso que en parte por eso (y por lo descrito en el apartado anterior) hoy día tiendo a ser una persona extremadamente puntual, prefiriendo incluso llegar minutos antes a un sitio que hacer esperar a nadie.     
Hoy día
Es posible que los episodios más interesantes e intensos los tenga en la actualidad, no sé si como una expresión del estrés (¡¡maldito PFC... !!) o sencillamente porque soy una persona que tiende a acomodarse en la rutina o se preocupa en exceso. Todo ello tiene que ver con la seguridad y evitar el extravío. 
Desde que conduzco el coche de papá, gracias a su maravilloso cierre con el mando a distancia no tengo problema, pero antes, con el discreto Ford Fiesta Tattoo del 99, un horror. Aparcar el coche, salir del coche, cerrar el coche, comprobar el coche cerrado. Ok. Caminar tres pasos. Preguntarme... ¿realmente está cerrado?. Volver y comprobar puerta del conductor y del pasajero. Ok. Caminar cinco pasos. ¿Quizás el maletero?. Volver y comprobar maletero... y ya que estamos, de nuevo las puertas, esta vez también las del otro lado, por si acaso. Ok. Caminar 10 pasos. Detenerme. Girar sobre mis talones y mirar mi coche aparcado. Pensar... Reprimir. Caminar cinco pasos más. Un momento... ¿no será acera amarilla?... 

Así que el mando a distancia ha supuesto un alivio: Pulsar botón. El coche te guiña sus ojos... darle otra vez, por si acaso. Vuelve a guiñar. Ok. Comprobar las puertas, por si acaso... Ok. El sistema funciona. Camina y no mires atrás... no mires atrás... 

El llevarlo todo encima es otra. Antes de salir la media de comprobación de cartera + llaves + móvil ronda las cinco veces. Y en camino, cada cien o doscientos metros, a menos que vaya distraído. El ir escuchando música por el móvil con mis auriculares ayuda muchísimo: algo menos de lo que preocuparme. 

El no va más lo encontramos cuando salgo del piso. Luces apagadas, ordenador apagado, grifos bien cerrado y sin gotear (del lavabo, del fregadero, de la ducha... ) y después el turno de los electrodomésticos: el horno apagado (oye, hice pizza hace unos días... igual me dejé algo enchufao), la vitro, posición 0, 0 en los indicadores, calentador en posición apagada. 

Todas estas comprobaciones pueden demorarse por minutos. Además, si olvido tomar conciencia del momento de echar la llave, irremediablemente debo volver, comprobar la puerta y las vueltas de la llave. Añade las comprobaciones de cartera, portátil, etc. Cócktail de inquietudes. 

Nada de esto me quita el sueño, desde luego ni me perturba más allá de unos minutos de distracción. Pero qué le voy a hacer, soy un partidazo.


  El juicio de expertos
Lo cierto es que jamás lo hubo. Ni me han hecho un psicoanálisis ni pruebas de este estilo jamás y lo cierto es que tengo una profunda curiosidad por saber si tengo un tornillo bailarín o tres o cuatro cables deteriorados de fábrica. Y no creáis que lo tomaría a mal, al contrario. En mi afán de auto-conocimiento encontraría una perlita de éstas cuanto menos curiosa. Tampoco es casualidad que siempre que me hago personajillos de rol, a quienes veo como fotocopias alteradas de uno mismo, les encasqueto algún trastorno. 

Así pues, si algún lector se dedica a la mente humana y conoce del tema, el exponer su opinión sería algo de agradecer. ¡Lo espero de veras! ¡Desde un "nada, lo normal" hasta un "rematadamente loco"!

Momento vídeo
¡Cómo no, sigue la historia en Skyrim! Hoy por partida doble. Encontraréis un enlace a otro vídeo para los que queráis dedicar un tiempo a la lectura. 
También añado un vídeo sobre medicina preventiva. En concreto el de las famosas 23 1/2 horas del Dr. Mike Evans, en el que conoceréis los abundantes beneficios que vuestra salud agradecería con tan sólo un poquito de vuestro tiempo. ¡Vedlo de veras! Merece la pena. 
Lo he conocido gracias a una asignatura. Toca hacer una aplicación para dar soporte a lo que se cuenta en el vídeo. Será en Android. Ya dejaré enlaces cuando la tenga para que la descarguéis gratuitamente. ¡Os iré contando, pero pinta bien!
Nos leemos la próxima semana. ;P
¡Salugeeks!

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