sábado, 26 de julio de 2014

La visión de Hrathiel - Parte I

Era noche cerrada cuando los portones de la posada El Zorro Tuerto fueron abiertos con fuerza dejándole pasar poco después. Pasó y con idénticas energías cerró tras de sí. Un rápido vistazo reveló una observación fácil y evidente: casi siempre las mismas caras y situaciones. El tabernero, enclenque y avaro, limpiando la barra tras la que estaba con una gamuza si cabe aún más sucia, contaba la historia del nombre de dicho lugar. Cómo tensó el arco y disparando el proyectil fue a clavarse en el ojo derecho de ese rojizo ejemplar coincidiendo éste con su cabeza al mirar hacia atrás. Y siempre señalaba con orgullo la piel de zorro sobre su cabeza, en sitio destacado y algo deteriorada por la edad. Lo cierto es que las cervezas y los licores eran pasables en ese lugar y nunca faltaban parroquianos que entre jarra y jarra se evadían de sus monótonas vidas en compañía de alguna de las muchachas o de efímeras amistades. 

Heroes of Might and Magic III: Tavern Animation


Entonces llegó Hrathiel. Caminó hacia su mesa de siempre y se sentó a esperar. No le hizo falta llamar la atención de nadie para que al poco tiempo una jarra bien cargada fuera depositada en la mesa, previo pago de dos o tres monedas. Después esperó, pues se había citado allí con alguien, como solía hacer cuando un cliente esperaba de sus servicios. Esa noche, pensaba, no sería muy distinto. Quizás escoltar una caravana, expulsar alimañas de ciertos terrenos o con suerte una campaña algo más larga que le hiciese conocer mundo. 
Andaba ensimismado pensando cuando su cita llegó. Discretamente atravesó el portón y fue a dar con sus huesos a su mesa tras ojear tímidamente alrededor. 
-... ¿Sois vos... Raziel? - preguntó en voz tan baja que incluso a él le costó escuchar. 
- Hrathiel - matizó éste, dotando a la palabra del par de matices que todo el mundo olvidaba (u obviaba) pronunciar al decir su nombre. - ¿Qué desea de mí, buen señor Lotario? En su carta no especificó gran cosa. 
Lotario acercó un taburete a la mesa y con disgusto se sentó sobre él, notando al momento cómo la tela de su pantalón quedaba adherida a la mugre que reinaba en la superficie del mismo. 
- Bueno... creo que sois alguien a quien no hay que marear - dijo el anciano, tratando de introducir el tema con la mayor brevedad. Mesó después su larga barba blanca y quitó el sombrero de su cabeza, dejando a la vista una calva reluciente y sin rastro de cabello. - No quise poner nada en la carta que dejé en su buzón por miedo. Así que preferí contarle todo aquí. 
- No hay objeción. Decidme. 
- Veréis, la tarea para la que me veo obligado a contrataros requiere de discreción y presteza. Como sabréis, cerca de la frontera como estamos, la guerra por la conquista de los enclaves telúricos día a día se vuelve más encarnizada. De aquel lado, el pueblo de Norvea, lleva presionando durante décadas ganando territorio lentamente. Mientras que aquí, el rey de Gyana comido por las deudas es incapaz de pagar a sus ejércitos y eso nos debilita, haciéndonos perder terreno. 
- Hasta ahí la historia que conozco, innecesariamente resumida y expuesta. Proseguid, por favor - interrumpió, buscando más el grano que la paja. 
- Sí, sí, disculpad caballero. Tengo algo en territorio de Norvea que me es muy necesario. Me preguntaba si dentro de vuestras ocupaciones entra el penetrar infiltrado tras líneas enemigas y rescatar mi precioso objeto. 
Perplejo, Hrathiel dirigió una mirada incrédula. Ordenó sus ideas y priorizó sus preguntas mientras ambos guardaban silencio. 
- Bueno... pero ¿de qué se trata, dónde está y cuánto estáis dispuesto a pagar por ello?
- Conoceréis desde luego el monte Ghan, volcán apagado desde que se comienzan a tener registros escritos... - Hrathiel reprimió preguntarle qué demonio se le había perdido en un volcán, dejándole hablar - En sus faldas hay acceso al interior a través de toda una red de cuevas y pasajes laberínticos conducen a una sala principal donde se encuentra una piedra que llegó de las estrellas. No es más grande que esta jarra, pero pesa como un jabalí. La distinguiréis por ser de un color rojo como de sangre y guardar cierto brillo incluso en total oscuridad. 
- Son muchas leguas hasta allá. Por no hablar de cruzar toda la guerra. Lo digo porque habéis respondido a dos terceras partes de la pregunta, y aún falta algo más por saber... 
- Veinte veces mil monedas de oro, recién acuñadas.
Hrathiel a duras penas pudo disimular la emoción. No obstante se mantuvo frío. 
- Tres veces más, pues necesitaré ayuda de mis dos compañeros. Sesenta veces mil monedas. Una tercera parte al principio, como siempre. 
Lotario resignado se llevó mano al bolsillo, que evidentemente estaba vacío en ese momento. Rascándolo y mesando su barba con la otra mano finalmente suspiró. - ¿Eso significa que aceptáis?. 
- Aceptamos. 
- ¿Cuándo partiréis? 
- Al tercer día tras el primer pago. 
- ¿Cuándo volveréis? 
- Nos llevará más de un mes, si no son dos. 
- Tendréis la primera parte de lo estipulado mañana a la mitad del día. 
Hrathiel asintió satisfecho y pensativo. - Lotario... ¿por qué arriesgaré mi vida y la de mis amigos? ¿qué es esa piedra? 
Lotario sonrió mientras se levantaba, comprobando en efecto que el taburete se resistía a soltarle por efecto de algún pringoso vertido. - Algo que cambiará el curso de la guerra, espero. Buena noche. - Se colocó nuevamente el sombrero y acto seguido abandonó  la posada evitando más preguntas. 
Hrathiel acabó con su bebida y salió igualmente pasados unos minutos. El frío crecía, pues el otoño se cerraba en la comarca y la lluvia comenzó a caer tímidamente, haciendo que desplegara su capa carmesí y se la ciñera al cuerpo. Escuchó a su intuición, como solía hacer al principio de cada trabajo. No hablaba nada bueno. 

miércoles, 23 de julio de 2014

El número 23 y sus primos

Siempre me gustó el número 23.

Nací un 23 de Julio (7) del año 1985. Y es por esto, que durante estos últimos días he imaginado mucho acerca del número 23. Como digo, siempre me gustó. Me gustan los números primos porque en cierto modo son números mágicos cuyas propiedades se aplican desde criptografía hasta adivinación. Tienen un algo especial. 

El caso es que siempre me gustó el 23 porque aparte de ser primo, sus dos dígitos también lo son. Y es más, la suma de esos dos dígitos, nuevamente es un número primo, el 5. 

Eso a priori me dibujó una sonrisa. Y me dije... ¿por qué no tirar del hilo?

#FrikiAdvice: Lejos de pensar que me he pasado a la numerología o la cábala, lo que expondré a continuación son una serie de casualidades que se hallan entre los números que he anotado anteriormente (23-7-1985) y los números primos. Ni soy el gurú de los números ni esto pretende demostrar que existe un plan cósmico codificado en dígitos. Eso ya, cada cual que infiera lo que desee. 

XXIII - VII - MCMLXXXV


  • 23 (primo) digits:  2(primo) + 3(primo) = 5(primo).

  • 7 (primo). 

  • 1985 = 1(primo) + 9 + 8 + 5(primo) = 23(primo) 

  • 23 - 7 - sumDigitos(1985)=23.

  • 23(primo) + 7(primo) + 23(primo) = 53(primo)

  • sumDigitos(23) + sumDigitos(7) + sumDigitos(23) = (2 + 3) + (7) + (2 + 3) = 17 (primo).  

  • Binario(23) = 10111 - Divisiones sucesivas: 

Dividendo
divisor
Cociente
Resto
23
2
11
1
11
2
5
1
5
2
2
1
2
2
1
0


  • (11, 5, 2, 1) (primos).


  • sumaNumeros(11,5,2,1) = 19 (primo).


  • ...


Y pude seguir así durante horas, sacando más de esas curiosidades y anotándolas en un cuaderno. Cuando se da un cúmulo de casualidades de este estilo (a veces sencillas propiedades matemáticas mal interpretadas, otras realmente coincidencias, otras quizá, sin sentidos), uno se siente en el momento algo así como objeto de una revelación. Como si alguien, a través de los números, te revelase... la Verdad...




Aunque quizá la curiosidad más interesante y esperanzadora es la siguiente:


  • sumaNumeros(23, 7, 1985) = 2015


En un año realmente difícil como está siendo 2014, muy intenso a nivel emocional y académico, esos números que con su sencilla aparición indican el cómputo del próximo, quieren significar para mi algo de esperanza. Quizás vestida de cambio. A fin de cuentas es un número que señala el próximo ciclo en el calendario. Aún estamos en pleno julio, pero... ¿quién sabe?

Con esto no quiero evangelizar a nadie en el culto a los números. Es solamente una reflexión sobre algunas propiedades que todo el mundo fácilmente puede comprobar. Quizás la gente encuentra números que les dicen algo a lo largo de su vida, más allá del famoso número de la suerte que siempre sale por ahí. Especial relevancia para las personas tienen los números que señalan fechas (aniversarios, nacimientos, edades, ...), contexto de la propia vida (número de hijos, primeras veces, periodos, día de la semana, ...) o cualquier otra cosa.

Ya en el lenguaje hebreo las letras y los números se aúnan obteniendo resultados increíbles cuando alguien, muy experto, sabe interpretarlo. Os animo lectores a que indaguéis en ese aspecto, quien sienta curiosidad.

A modo de conclusión, hay que tener presente que los números y las matemáticas están ahí, en cada momento de nuestra vida. Ya los grandes compositores de música dicen que son tanto notas musicales como números, aquello que reflejan en las partituras. Puede ser que haciendo más caso a los números comprendamos algo más de nosotros mismos. Para mí las matemáticas siempre fueron mágicas. Fueron las reglas sagradas que rigen nuestro mundo y universo y pueden llegar a ser tan complejas que se manifiesten de esta manera, sin siquiera darnos cuenta. No hay nada imposible para ellas. 

Qué ocurrió tal día como hoy

  • Nace Slash, Guns'n'Roses (1985) - Cool!
  • Nace Ana Botella (1953) - Meh... 
  • Nace Phillip Seymour Hoffman, actor (1967) - Nice!
  • Nace Daniel Radcliffe, actor (1989) - Wingardium Leviosa!
  • Fallece Amy Winehouse (2011). : /

Momento vídeo

Son notas, son números... 

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Putting a Fermi Gamma-ray burst to music. Made by Sylvia Zhu (Music) and Judy Racusin (animation)

sábado, 19 de julio de 2014

Buscando el Grial

Acampados, cuando el ocaso tocaba su fin y con el fuego ya presente, mi maestro y yo, su aprendiz,  disfrutábamos de una última noche de aventuras antes de llegar a la ciudad. Cansados, meditabundos y algo entristecidos por el final del viaje, guardábamos silencio a sabiendas que la realidad salía a nuestro encuentro y que dicha escapada tocaba a su fin. Ambos, parcos en palabras, podríamos pasar horas disfrutando del silencio, al igual que podrían pasar horas si el tema de conversación se nos hacía interesante. Aquello de no quebrantar el silencio si lo que se tenía que decir no era mejor que el mutismo lo teníamos como máxima.

Fue el aprendiz quien con un suspiro comentó a su superior. Me encontraba triste, alicaído. La aventura me había llenado por dentro. Vivir como los antepasados vivieron cientos de años atrás me marcó. Me trasladó a un mundo donde todo era a veces más sencillo, a veces más complejo, pero un mundo a fin de cuentas donde la superficialidad no estaba a la vuelta de la esquina, como lo está hoy. Un mundo auténtico, de sentimientos, de heridas, de peligros y de supervivencia. Todo esto le comenté. Ahí comenzó la conversación. 
~

- Debes saber adaptarte a los tiempos que corren, aprendiz. Antaño, era suficiente con llevar espada y armadura. Hoy se requiere de algo más allá de un brazo poderoso. Tampoco sería lícito llevar un mandoble a plena luz del día ni valerte de un rocín para cruzar las tierras. Los abrevaderos escasean, como comprenderás. Las espadas deben ser actuales. Quizá tu espada la portes sobre los hombros, o quizás haya evolucionado hacia una pluma con la que escribir. Lo mismo ocurre con la montura, con las armaduras o con el modo de alimentarse. No fue fácil para los antiguos encontrar o forjar sus herramientas. Debes encontrar las tuyas. Tu mejor armadura hoy día es tu inteligencia y tu adiestramiento. Tu espada, a veces será tu palabra, otras será tu propio puño. Armas que a día de hoy son más necesarias que el acero. 
- ¿Qué hay de los ideales, maestro? ¿También están anticuados?
- Por desgracia sí. Pero al contrario que espadas, armaduras y caballos, hoy día pueden ser tan válidos como antes. Pero las gentes los olvidan porque convienen a muchos que sean olvidados. Las gentes los desdeñan porque seguir la vía de los ideales es transitar un terreno accidentado, en pendiente y no desprovisto de peligros. 
- Los ideales que inspiraron las leyendas son muy hermosos. No entiendo cómo no inspiran a la gente. Alcanzar la mejor versión de uno mismo, bajo mi corto entendimiento, debe ser la meta de todo hombre o mujer, no sé si me equivoco. 
- Es un noble fin, aprendiz. Pero hoy día un hombre o mujer de a pie no se exige un código, porque la necesidad de ello no es tan evidente. ¿Qué piensan las gentes del Honor, de la Justicia, de la Generosidad o de la Templanza? ¿Qué hay de la Fe? ¿Pensar en Dios? Es más fácil pensar que no hay dioses, pero es enormemente arrogante pues las gentes siempre piensan que tienen la razón en todo y es muy difícil asumir la humildad del desconocimiento. Lo fácil es tener la barriga llena, el bolsillo a reventar, mujeres u hombres en cada esquina con quien satisfacerse y fijarse únicamente en el propio camino. Sucumbir a tentaciones es fácil y no hay consecuencia (visible) en ello. 
- Entonces maestro ¿es que debemos reprimirnos únicamente por reprimirnos? ¿Hay algo de fondo?
- Por supuesto. 
- ¿Y qué es?
- El hombre o la mujer que guste de fumar y no se reprima, acabará siendo esclavo de su pipa. El hombre que gusta de engullir, es esclavo de lo que engulle. El hombre que amasa fortuna, acaba siendo esclavo de lo que posee. El hombre que se arroja a los placeres será encadenado por el deseo. El hombre que se excede en sí mismo, será esclavizado por su ego...
- El hombre que se excede acaba siendo esclavo de su exceso. Es decir, que como dijo el sabio, el término medio es la clave. 
- Sin ninguna duda, salvo algunas excepciones. 
- ¿Puede nombrarme alguna, maestro?
- Eso deberás descubrirlo tú mismo, aprendiz. 

(...)

- ¿En qué piensas?
- Me gustaría mucho cruzar las tierras a caballo, en busca de las reliquias que se perseguían en la antigüedad. Portar mi espada con orgullo a la cintura y vivir aventuras. Pernoctar en castillos y comer siempre en una hoguera. Pero esos tiempos ya han pasado. 
- Tus reliquias siguen ahí fuera. Pero al igual que la espada, la armadura y el caballo, han cambiado también de forma. 
- ¿Qué me dice? ¿Que puedo buscar el Grial tal y como lo buscó aquel rey?
- Puedes buscar lo que quieras. Grial, lanza, clavos o pedazos de una cruz. Si tienes fe en que estén aún enterrados en cualquier lugar, es lícito acometer tal empresa y viajar por medio mundo. Pero en los días que corren, hemos de ser prácticos. Puedes gastar todo tu dinero (todo tu oro) en viajar durante interminables semanas, siguiendo pistas que otros han seguido antes que tú para llegar, con suerte, a sus mismas conclusiones. 
- Eso no es muy alentador, maestro... 
- ... O bien puedes hacer de tu Grial algo distinto. Recapacita, joven aprendiz. Una vez tuvieras el Grial, la copa física, en tus manos... ¿qué ocurriría? ¿qué nueva aventura te persuadiría? ¿qué harías con él?
- ... Lo ignoro. 
- Las metas efímeras no son una cinta al final de un camino. Son un abrupto acantilado. 
- ¿Buscar el Grial es algo efímero?
- Debes hacerte a ti mismo esa pregunta. ¿Qué supondría tenerlo? ¿Cuáles son los motivos de alcanzarlo? ¿Fama? ¿Gloria?... ¿Salvación?
- ... 
- Hace muchos años que dejé de buscar una copa. Pero sigo buscando el Grial: éste no es un objeto de mayor o menor poder tocado por un mesías. La verdadera búsqueda del Grial es, para mí, buscar primero qué es el Grial. 
- ¿Luego no es un objeto?
- El Grial es algo sagrado. Algo elevado. Un símbolo. ¿Buscarías el amor verdadero en una taza de peltre? ¿Buscarías el valor en una rama de olivo? ¿Buscarías la templanza en una hoja afilada? 
- ¿Y qué es para vos el Grial, maestro?

El semblante del superior en ese momento tornó serio. Guardó silencio unos minutos mientras con su pulgar, tanteaba el filo de su acero. 

- Esa es mi búsqueda y ese es mi secreto. Pero te diré qué puede ser: el valor, la felicidad en tu vida, la victoria contra el yo más oscuro, la paz contigo mismo, un momento especial, tu verdadero yo, una persona, una vida, una muerte... 
- Con todos mis respetos, maestro: ¿y qué aventura hay en eso? No hay dragones en cuyo pecho hundir mi espada, no hay noches de posada, no hay conspiraciones ni peligros... 
- Aún te queda mucho por aprender. No hay mayor aventura que esa. Los dragones de hoy quizá no vuelen ni escupan fuego, pero son si cabe aún más peligrosos que los de antaño y pueden aparecer en cualquier momento. Puedes haber conocido a un dragón sin saberlo y éste rociarte de fuego cuando eres más vulnerable. Las noches de posada puedes encontrarlas cada madrugada, estés donde estés, mirando el firmamento estrellado. El mundo es una gran posada y tu techo son las estrellas. Las batallas se libran de maneras distintas y la posibilidad de enzarzarte en una pelea no ha desaparecido ni ha cambiado. Las conspiraciones y los peligros hoy día son cientos de veces más numerosos y críticos que los de antes... A decir verdad, vivimos en un mundo donde el mayor peligro está dentro de nosotros mismos y esa será nuestra guerra más encarnizada y cruel. Al igual que nuestra principal búsqueda, el Grial puede estar tan cerca como cerca estés de tus objetivos si estos merecen ser llamados Grial. Pero debes recordar, y esto es crucial: más importante es la búsqueda que el hallazgo, pues en la búsqueda ya estarás hallando
- Así haré.

~

Mi maestro lo dejó claro. El tiempo es uno de esos dragones, incorruptible, invisible, invencible. Un dragón que día a día lo llena todo con su fuego y con su fuego todo lo cambia. Cuánto aprendí de esas palabras. Cuán inútil resulta añorar esos días donde todo era sencillo y romántico. Pero me dio esperanza. Quizá no portemos escudos ni lanzas, y nuestros caballos sean hoy día algo distintos, pero siguen estando ahí. Ha cambiado la forma, no el fondo. Comprobé las palabras de mi maestro. Pregunté durante años al peregrino sobre su viaje y me contó de lo que vivió en el camino durante las tres cuartas partes del tiempo y una cuarta parte, de lo que encontró al final.  

La búsqueda del Grial no es solamente arqueología. Demos la forma que le demos a la venerada copa o a cualquier otra reliquia (plumas del famoso Fénix, escamas de dragón, espadas legendarias...), la búsqueda debe empezar por una pregunta: ¿qué significa ello para mí?.

Después, todo camino comienza por un primer paso. 

The Achievement of Sir Galahad - Edward Burne-Jones



domingo, 13 de julio de 2014

Visitando el pasado

Todo en la Academia está tranquilo. Sus muros, otrora pulcros y casi resplandecientes, ahora son la morada provisional de aves migratorias, pequeños reptiles que se asolean en cualquiera de sus caras, entre las grietas que el inquebrantable paso del tiempo deja a modo de huellas hasta en el más sólido de sus bloques. Los blasones tallados lucen un halo de olvido y resignación. Todo el material, envejecido, parece toser durante la noche, cuando la temperatura cae y se escucha algún crujido de la madera de las vigas o de las tejas al resbalar unas sobre otras. Alfombras deshilachadas, cortinas raídas y chimeneas ya sin fuegos. Las enormes salamandras que calentaban los salones de mayor importancia viven tristes como el anciano pescador que ya no puede faenar, mientras el polvo se acumula en sus exquisitos detalles. Ya no se escucha el tintineo del mayordomo cargando su bandeja repleta de los cacharros del té de la tarde ni el alboroto de las salas de enseñanza en las horas de mayor actividad. 

Y es que sus gentes, verdadera vida y alma de estas instituciones, marcharon lejos pues sus destinos tenían otros planes. Incluido para mí. Pero aún sigo visitándola, trepando por uno de sus muros, como antaño estaba prohibido hacer, para llegar a la biblioteca y colgar el cartel "Silencio, se estudia" que siempre acaba en el suelo por el caprichoso juego de las corrientes de aire. Aunque vacía, el espectro de sus libros parece seguir allí. Incluso el polvo depositado en la infinidad de estantes se distribuye como si realmente hubiese algo aún. 

Yo gusto de sentarme y tomar uno de esos tomos, de los cuales siempre se aprende, alumbrarme con un candil (llevando mis propias velas) y pasar horas rodeado de uno de los auténticos tesoros del lugar: el saber. 

Cuando mis ojos cansados me exigen un respiro, me dirijo al salón principal y enciendo una pequeña fogata en la chimenea que aún tiene el tiro intacto. Arrastro cualquier sillón a su lado (harto incómodos todos, pues el tapizado y la estructura están deteriorados tanto o más que el resto) y dedico el tiempo a pensar. A respirar ese aire. A recordar las lecciones que impartía bajo esos techos y las interminables conversaciones con los amigos. A lidiar con la soledad que amo y odio a partes iguales. 

Allí, recuerdo, a mi buen amigo y compañero, el rector. La calidez de su mirada y sus exquisitos modales. A mi compañera en las aulas, la maestra de sentidos. Su agradable sonrisa y tierna delicadeza. A mi rudo compañero de noches, herrero sin igual y bárbaro de pies a cabeza. Camarada sin parangón. A una pequeña loba, que vimos crecer y madurar. Ahora viviendo en libertad. A la hija de las rosas, representante, siempre perfecta. Una espada hermosa y peligrosamente afilada. A un conde sagaz con un corazón que no le cabe en el pecho. A un orgulloso noldo de férreos valores, afilada lengua y soldado sin comparación. A un námbul algo enfermo pero no de la azotea. Artista del clavicordio como ningún otro vi. A un poderoso orco mayordomo, estoico de la palabra pero de peluda mirada expresiva. Y a otros tantos que pasaron y como todos, dejaron su huella en las alfombras. 

Y a medida que los recuerdos vienen y van, como el viento sobre las dunas, se va dibujando en mi rostro una sonrisa sin darme cuenta. 

Es pasado un tiempo cuando vuelve algo de paz al corazón. Cuando, quizá por el humo de esas maderas poco recomendables para fuegos, quizá por el vino escamoteado de los rincones más oscuros de esas antaño peligrosas despensas, los fantasmas dejan de bailotear alegremente en mi interior y vuelven cada uno a su castillo, a su herrumbrosa cadena. Pasan unos segundos en los que debato conmigo mismo sobre si levantarme o no de ese polvoriento butacón hasta que finalmente, mis pies toman la justicia por su cuenta y arrancan, zanjando toda discusión. 

Minutos más tarde, me encuentro en el exterior del portentoso edificio en plena noche. El silencio sepulcral se rompe únicamente con el ladrido lejano de algún perro que teme a las estrellas fugaces o a la soledad. Y allí la contemplo una vez más, bañada por la mortecina luz de una de las lunas. 

Entonces, me despido por otra noche. Hasta que nos volvamos a ver. 

Einath


domingo, 6 de julio de 2014

Rosas secas

Amanece un día. Te levantas temprano y sales a pasear. El cielo está despejado, tus obligaciones no te retienen dentro y hay un frescor envidiable en el ambiente. Ese que enfría al cabo de mucha exposición, pero a la vez resulta muy agradable. Hay humedad en el aire y todo el ruido que se percibe es el silencio roto por el viento siseando a través de las copas de los árboles. 

Paseas e inspiras hondo. Notas el frío invadiendo tus pulmones, pero no es desagradable. Un cielo cristalino pero aún no completamente iluminado. El Sol... por allí andará, aún debatiéndose si levantarse o esperar cinco minutos más. Pero tú paseas porque hoy has madrugado más que él. 

De pronto, entre todo el verdor en el que te mueves, un precioso rosal resalta entre todo lo demás. Distingues tres fragantes y delicadas rosas rojas que parecen de terciopelo. La primera, madura, completamente abierta y con los bordes de algunos de sus pétalos casi ennegrecidos. La segunda de ellas es apenas un capullo que ha comenzado a abrirse, quizás hace unas horas. La última es perfecta. Vive en su total juventud, ajena a la inmadurez de la segunda y a las imperfecciones de la primera. 

Tan poderoso es su hechizo que te detienes ante ella. Cuando te fijas, las gotas de rocío aún anidan en sus pétalos de terciopelo y cuando te has acercado a mirarla con detenimiento, su aroma ha impregnado hasta lo más hondo de tu ser. 

No te lo piensas demasiado. "Esa rosa debe ser mía". Y con sumo cuidado para no pincharte con sus numerosas espinas, logras arrebatársela al rosal haciendo que algunas de esas gotas de rocío caigan sobre tu mano desnuda. 

Feliz, regresas a tu hogar tras finalizar el paseo. Consideras que has hallado un tesoro único e irrepetible y así lo conservarás. Nada más llegar a casa, llenarás un vaso con agua que servirá como el nuevo hogar de tu nueva compañera y aplicarás una serie de remedios caseros para que sea lo más longeva posible.

~

Al cabo de unos días, los primeros síntomas del deterioro disparan tus alarmas. ¿Qué estaré haciendo mal? Es imposible de asumir así que cambias el agua, añades una aspirina (dicen que funciona) y la proteges de la luz. Procuras no mover el recipiente demasiado pues comienza a ser frágil... 

Pasas días pensando. Mirando de soslayo. Sus vivos tonos rojizos comienzan a apagarse, fundiéndose en un matiz negruzco de cierta belleza. Su firmeza es ya cosa del pasado y casi te atemoriza siquiera mirarla o caminar a su lado. 

Finalmente llega el momento. Asumes que tu preciosa rosa roja no durará eternamente, al igual que tampoco durarán eternamente los más altos muros, las ancianas pirámides o el propio padre Sol que le dio la vida. Piensas que ha llegado el momento. Seguir alimentando su tenue vida añadiendo más agua únicamente conseguirá que al final del todo, tengas una rosa podrida. Que pétalo a pétalo caigan todos hasta que el único recuerdo que te quede sea un tallo con espinas en un vaso, cuyo líquido empieza a tomar tonos color ocre.

Con el dolor de tu alma y corazón, con la mayor de las delicadezas, sacas la rosa del vaso. Pierde algún pétalo en el proceso, es normal. Mirándola trémula en tu mano, ahora salpicada con agua estancada y no con rocío, la admiras: su aroma sigue ahí. No tan intenso pero sigue siendo el mismo. 

Y llevándola a un pequeño tarro de cristal repleto de piedrecitas ornamentales de colores, asumes que es la mejor solución. Es mejor privarla ya de agua, para que al menos se apague conservando aún sus formas y su aroma para siempre.

Un delgado tallo, aún con espinas, coronado por una preciosa rosa roja (ahora más bien negra) que conservará su aroma y sobre todo el recuerdo. El recuerdo de la preciosa rosa roja que fue, de la fragancia que dejó en tu vida y de los momentos tan hermosos que habéis compartido. 
~



Gracias, mi pequeña rosa roja. Jamás te olvidaré.