miércoles, 31 de diciembre de 2014

Y los fantasmas bailaron

Te persiguen, te acompañan, te acosan o te ayudan. Están ahí recordándonos que todo es fugaz, todo es una chispa. Que estas palabras que acabas de leer ya las has dejado atrás. Que el presente es solamente el nudo en la hebra, el punto de inflexión, entre lo pasado y lo venidero. Ese infinitesimal que se escapa entre los dedos como un grano de arena más. Es ese embudo, ese haz de luz, esa nota musical que todo lo cambia: desde expectativas hasta historia.

Esos fantasmas son las voces que susurran, si sabemos escuchar, lecciones que no debimos olvidar o a las que debemos prestar atención cuando tengan lugar. Los maestros que deben respetarse hasta casi la veneración, los mensajeros de lo ignoto. Sombras y luces. Gestos, ecos o pulsos...

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Comencé este año con una buena colección de propósitos, como suele hacerse. Pero como no suele hacerse y a diferencia de otros años y otros mortales, durante este viejo ciclo  he cumplido con todos mis deberes. Algunos concretos (e.g. obtener títulos, certificados, un trabajo que sabe a gloria, una puesta a punto física o el hábito de leer más) y otros abstractos (una puesta a punto además de física, mental y espiritual, seguir siendo fiel a mis principios, desafiar a los problemas o aguantar los golpes) todo ello con la intención, siguiendo el precepto que los dioses tuvieron a bien darme a conocer, de estar más cerca de la mejor versión de mí mismo. 

Bien en sueños, en experiencias o mediante coincidencias, este año he aprendido recordado que debemos contemplar esta vida como un precioso regalo terriblemente infravalorado, al que solamente prestamos atención cuando se tambalea o cuando nos obsequia con un revés, que no es más que la aplicación directa de la Tercera Ley de Newton. 

Hoy por ser hoy, quisiera compartir con vosotros, lectores fieles y malqueridos, algunas de esas esquirlas de sabiduría que he tenido el privilegio de recolectar tras el paso de los días y las vivencias, esperando arrojar a vuestro yo más interno y personal la misma iluminación que yo obtuve cuando las recibí. 

  • He aprendido sobre los números: encierran una magia sutil, pero real. Encontrar la magia subyacente en los números es toda una búsqueda tan enriquecedora como fascinante. Hoy sé que hay números hermosos, feos, tristes, cóncavos o abiertos. Y siempre han estado ahí. 
  • He aprendido que si infinito significa para siempre, y un segundo, a su vez, puede subdividirse en infinitas fracciones, un para siempre puede durar un segundo.
  • He aprendido que lo auténtico jamás desaparece. Siempre ha estado y siempre estará ahí y que únicamente dejamos de recordarlo
  • He aprendido que a veces solamente hace falta un sueño para devolver la memoria, incluso de aquello que creemos no haber vivido. 
  • He aprendido que hay un fragmento de mí en todos... y un fragmento de todos en mí. 
  • He aprendido que "Se empieza a envejecer cuando se deja de aprender"
  • He aprendido que "Lo esencial es invisible a los ojos"
  • He aprendido que tanto espero yo de la vida, como la vida espera de mí. Que esa es una búsqueda olvidada y necesaria. Que la huella que podemos dejar es tan variada y profunda como gotas encontremos en los océanos. Que debemos devolver ese regalo de alguna forma. 
  • Finalmente he aprendido que "Una creencia, sin esfuerzo, es solo una idea"
Así pues hoy los fantasmas pueden bailar y divertirse. Pueden darse por satisfechos, porque cada uno de ellos ha cumplido sobradamente con su misión. Me han enseñado, me han perseguido, me han golpeado y susurrado. Han bailado conmigo, como aquella noche de verano y también me han zancadilleado y confundido. Pero vivir es eso: encontrar tu felicidad en la desdicha, tu riqueza en la nada, tus fuerzas en la debilidad y tu amor en el infinito. Y vuelve a empezar. 
 

"La cruzada sigue adelante"